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En diciembre de 2012, Roger Ebert publicó en su blog un texto que se convertiría en uno de los debates más intensos sobre videojuegos de la década. "Video games can never be art", decía el título, sin rodeos ni matices. El argumento del crítico de cine era simple y contundente: los videojuegos no pueden ser arte porque están gobernados por reglas, porque tienen objetivos que cumplir, y porque el jugador controla el resultado final. "Nadie necesita ganar leyendo Huckleberry Finn", escribía con esa prosa directa que le caracterizaba. La respuesta fue inmediata y apasionada. Miles de comentarios defendiendo títulos como Braid, Shadow of the Colossus o Bioshock como obras genuinamente artísticas. Desarrolladores, críticos y jugadores saltaron a defender un medio que llevaba décadas buscando reconocimiento cultural. Lo curioso es que Ebert, lejos de cerrar el debate, lo alimentó durante meses con sucesivas aclaraciones y matices, hasta que finalmente admitió que quizá estaba hablando de algo que no conocía lo suficiente.
Pero lo que me interesa de aquel debate no es quién tenía razón —creo que el tiempo ha sido generoso con los videojuegos— sino la intensidad con la que se planteaba la pregunta. Para mucha gente era importante, fundamental incluso, determinar si los videojuegos podían considerarse arte, porque esa consideración determinaba cómo debíamos hablar de ellos, qué nivel de seriedad merecían, qué tipo de atención crítica podíamos dedicarles. Trece años después, esa conversación me parece al mismo tiempo prehistórica y perfectamente actual. Los videojuegos han conquistado un espacio cultural que habría resultado inimaginable en 2012, pero la manera en que hablamos de ellos sigue lastrada por tics heredados de aquella época en la que el medio buscaba desesperadamente legitimidad. Como si aún estuviéramos pidiendo permiso para tomárnoslos en serio.
Level Up! nace de la convicción de que ya no necesitamos pedir ese permiso. Los videojuegos han ganado la batalla cultural, pero ahora toca ganar la batalla intelectual: la de crear un discurso crítico que esté a la altura de la complejidad y la riqueza del medio. No porque queramos darle aires de superioridad a algo que también puede ser puro entretenimiento —y que está bien que lo sea—, sino porque creemos que los mejores juegos merecen el mismo tipo de atención crítica que dedicamos a las mejores películas, novelas o álbumes.

El problema es que la mayor parte del discurso sobre videojuegos sigue girando en torno a la utilidad inmediata: ¿merece la pena comprarlo? ¿Funciona bien técnicamente? ¿Cuántas horas de contenido ofrece? Son preguntas legítimas y necesarias, pero se quedan en la superficie. Nosotros queremos hacer las preguntas que vienen después: ¿qué nos dice The Last of Us Part II sobre la naturaleza de la venganza? ¿Cómo funciona la nostalgia como mecanismo narrativo en Final Fantasy VII Rebirth? ¿Qué implica que sigamos volviendo a Dark Souls una década después, buscando algo que quizá ni siquiera sabemos definir?
Estas preguntas —las importantes, las que realmente importan— no se responden con notas numéricas ni con análisis de cinco minutos optimizados para algoritmos. Se responden en la conversación larga, en el análisis que se permite divagar y perderse antes de encontrar el camino, en esos debates pausados que solo pueden existir cuando uno no tiene prisa por llegar a ninguna parte.
Contra el ruido blanco de la inmediatez
Vivimos en una época extraña para el periodismo de videojuegos. Nunca había habido tantas voces hablando del medio, pero paradójicamente nunca habían sonado todas tan parecidas. Los algoritmos no solo deciden qué consumimos; moldean cómo se produce el contenido, empujando a creadores honestos hacia títulos clickbait, análisis express y esa carrera desesperada por ser el primero en opinar sobre cada lanzamiento. Como si la velocidad fuera más importante que la reflexión.
No estamos en contra de la inmediatez cuando tiene sentido —hay noticias que requieren rapidez y reacciones que merecen ser compartidas al calor del momento— pero sí nos resistimos a esa tiranía del algoritmo que convierte todo contenido en un producto optimizado para el engagement. Creemos que algunos juegos merecen tiempo, pausa, la posibilidad de ser revisitados con perspectiva. Que algunas ideas necesitan madurar antes de ser publicadas, como el vino que mejora en la bodega.

Level Up! es nuestro acto de resistencia contra esa estandarización. Aquí no encontraréis títulos diseñados para generar clics ni análisis escritos por inteligencias artificiales que han aprendido a imitar el lenguaje de la crítica sin entender qué significa realmente jugar. Cada texto que publicamos ha pasado por el filtro de una experiencia genuina, de alguien que se ha sentado frente a una pantalla, ha jugado con paciencia y tiene algo personal que decir sobre esa experiencia.
No es nostalgia ni ludismo: entendemos que la tecnología puede ser una herramienta útil cuando se usa con criterio. Pero creemos que el pensamiento crítico, la capacidad de contextualizar y la sensibilidad necesaria para entender qué hace especial a un videojuego son cosas fundamentalmente humanas. No se pueden automatizar sin perder algo esencial por el camino.
¿Qué encontraréis aquí?
Level Up! es más que un podcast: es una comunidad construida alrededor de la idea de que los videojuegos merecen una conversación más rica y matizada. Nuestra web funciona con un modelo mixto que nos permite mantener la independencia editorial sin renunciar a la sostenibilidad económica.
Contenido abierto: Muchos de nuestros análisis escritos, columnas de opinión y entrevistas están disponibles para cualquiera que quiera leerlos. Creemos que las ideas deben circular libremente, y nuestros textos más reflexivos —esos que intentan contextualizar cultural e históricamente los videojuegos— forman parte de esa conversación pública que consideramos necesaria.
Para suscriptores: Quienes deciden apoyar el proyecto económicamente obtienen acceso anticipado a nuestro podcast principal, Level Up!, donde cada semana nos tomamos el tiempo necesario para diseccionar a fondo un juego, un fenómeno cultural o una tendencia de la industria. Sin prisa, sin límites de tiempo, con la libertad de extendernos todo lo que el tema requiera.

También tenéis acceso a Órbita Respawn, nuestro formato más experimental donde exploramos los cruces entre videojuegos y otras formas de arte, y El Mecanismo, un pódcast más íntimo donde analizamos cómo funcionan internamente las mecánicas que más nos interesan, desde el diseño de niveles hasta la construcción narrativa.
Los suscriptores, además, forman parte de nuestra comunidad en Discord, donde las conversaciones continúan entre episodios y donde a menudo nacen las ideas que luego desarrollamos en nuestros contenidos. No es un acceso VIP artificial: es simplemente el espacio donde se cuece la parte más interesante de todo esto; las discusiones espontáneas que surgen cuando juntamos a gente que comparte esta misma obsesión por entender qué hacen los videojuegos en nuestras vidas.
¿Por qué una suscripción?
Podríamos haber elegido el camino más fácil: publicidad, patrocinios, colaboraciones comerciales. Hay una lógica económica aplastante detrás de esas decisiones, y no juzgamos a quienes las toman. Pero nosotros hemos elegido deliberadamente la suscripción como modelo porque es la única manera de mantener nuestra independencia editorial intacta.
Cuando dependes de anunciantes, acabas produciendo contenido que no moleste a los anunciantes. Cuando dependes de colaboraciones comerciales, acabas hablando de los juegos que te envían las distribuidoras. Cuando dependes únicamente de suscriptores, solo tienes que responder ante tu propia honestidad intelectual y ante la gente que ha decidido que tu trabajo vale la pena.
Es un modelo más lento, más arriesgado, que exige construir una relación de confianza con cada persona que decide apoyarnos. Pero es el único que nos permite hacer el periodismo que queremos hacer: pausado, reflexivo, independiente, centrado en lo que nosotros consideramos importante y no en lo que dictan las métricas o los algoritmos.
Level Up! es nuestra forma de contribuir a esa conversación más madura, más reflexiva, más honesta sobre lo que significan los videojuegos en nuestras vidas y en nuestra cultura. Un espacio para gente que cree que hablar de videojuegos puede ser tan estimulante intelectualmente como hablar de literatura o cine. Para quienes piensan que el medio merece algo más que reacciones inmediatas y análisis de superficie.
Si has llegado hasta aquí, probablemente eres una de esas personas. La conversación acaba de empezar, y hay sitio para todo el mundo.
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