Hay un momento extraño, casi incómodo, que se repite cada vez que una gran editora anuncia el remake de un clásico. Esta vez ha sido Silent Hill, pero podría ser cualquier otro nombre propio: Final Fantasy VII, Resident Evil 4, Metal Gear Solid 3... Las redes hierven, los foros se llenan de nostalgia y teorías, los tráileres se reproducen en bucle. A mí me sucede, supongo, lo que nos pasa a muchos: me entra la curiosidad, abro un par de vídeos del original para refrescar la memoria, leo algún hilo de Reddit… y entonces tropiezo, de golpe, con la pregunta que nunca termina de irse: ¿por qué no puedo simplemente jugar al original? ¿Por qué, si quiero volver a Silent Hill tal y como fue —no reimaginado, no actualizado, no embellecido—, la única opción realista es buscar emuladores, ROMs o ediciones físicas de hace veinte años, a menudo por precios absurdos? ¿Por qué no puedo comprarlo y jugarlo de forma sencilla, legal y cómoda, como hago con una película antigua o un disco clásico?

No es una cuestión de purismo, ni siquiera (creo) de nostalgia. Hay algo incómodo en la forma en la que el videojuego está reescribiendo su propia historia a base de remakes, y cada vez me parece más claro que la tendencia, lejos de ser un simple homenaje, está transformando de verdad nuestro acceso al pasado. Los remakes están empezando a ocupar, a sustituir y, en ocasiones, a borrar la obra original, haciendo más difícil —cuando no imposible— volver a la fuente, entender el contexto o simplemente elegir qué versión queremos experimentar.

En teoría, un remake es un regalo. Un guiño, un reconocimiento, un intento de acercar los grandes nombres del medio a nuevas generaciones de jugadores que, de otra forma, quizá no se atreverían con el original. A veces, incluso, es una forma de rescatar juegos que han quedado anclados en consolas descatalogadas o sistemas operativos extintos. Así se vendieron los remakes de Shadow of the Colossus, Resident Evil 2 o el más reciente Final Fantasy VII: como un puente entre el pasado y el presente, como una doble puerta de acceso. Puedes disfrutar la versión renovada, pero ahí sigue el original, esperándote, para comparar, para revisitar, para recordar.

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